30 nov 2012

Maui



Hace varios meses Silvia, la mamá de Maui, se contactó con MAMA MIA.
Nos contó que su hija fue diagnosticada con leucemia y que la esperaba un largo período de tratamiento.
Extraña su largo y precioso cabello. A pesar de que usa con mucha gracia y elegancia lindos pañuelos y sombreros, quísiera intentar probarse una peluca similar a su propio pelo.
Nos pusimos en campaña. Preguntamos si alguien tenía una con las características que buscaba y no tuvimos suerte.
Entonces... miramos en la caja donde guardamos las "colas de caballo" que generosos ángeles nos hacen llegar con el fin de ser usadas paran quien lo pueda necesitar. 
Hablamos con la dueña de una peluquería amiga, y como en un  puzzle, rápidamente se acomodaron las piezas.
Elegimos el color, la longitud y textura y en pocos días se estaba comenzando a tejer la peluca para Maui.
Hace dos días nos comunicaron que ya está pronta!!!
Acá les dejamos la prueba.

Maui: Te queda preciosa!!!!!!!


17 nov 2012

La experiencia de una guerrera



Me desperté sin ganas de nada.  Mi esposo y mis hijos ya se habían ido cada uno a sus actividades. Desde hacía unos cuantos días que ellos se arreglaban solos. Solía levantarme, preparar el desayuno, vestirme e ir a trabajar. Pero ahora con licencia médica y la quimio no quería saber nada. Antes me gustaban los viernes. Los adoraba, sin embargo ahora para  mí todos los días eran iguales.  Estaba cansada de mi enfermedad y de que todos me miraran con pena. La cama era el mejor lugar donde esconderme. Miré hacia el techo largo rato y me puse a pensar si iría o no al día siguiente al encuentro de MAMA MIA.  Me había invitado una compañera del trabajo que ya había pasado por lo que estaba viviendo yo. ¿Qué me pondría? ¿Quiénes irían? ¿Todas peladitas como yo? Estaba en duda.  ¿Para qué ir a encontrarme con el cáncer en cada cara? ¿Para qué hablar de mis sentimientos? ¿Contar mi historia?
Mi amiga me había dicho que no tenía porqué contar lo que me pasaba, que allí se respetaba la historia de cada una, las ganas, los sentimientos, su voluntad. Y que todas tenían muy buena onda además de comer cosas muy ricas que varias cocinaban o llevaban para compartir.
Al llegar los nenes de la escuela ya estaba levantada. Me había bañado con un jabón suave que me habían recomendado e hidratado mi piel. Elegí mi pañuelo favorito de color rosa que mi hija adoraba. Mi gordita tenía cinco años y cuando me veía levantada y feliz sonreía mucho, mucho y me abrazaba. Mi hijo de once años me observaba con ojos penetrantes y me transmitía su amor fervientemente. Un rico bizcochuelo, un vascolet frío y el olor al café pronto para mi marido esperaban en la cocina.
Me di cuenta que la reunión que tendría al otro día con MAMA MIA me ilusionaba. Y me animé a entrar a la página de Facebook y decir: Soy Lucía, mañana voy.
Llegó el sábado y fui la primera en despertarme. Besé a mi marido (a quién tenía muy alejado desde hace varios meses). Él sonrío y me agradeció mi demostración de ternura.
Me vestí, y animé a maquillarme un poquito. Dejé mi peladita libre, sin miedos ni temores. Así era yo y mi familia me aceptaba y amaba. Mi hija hasta llegó a dibujarme un corazón. Nunca quise comprarme peluca. Cuando le conté a mi marido que iría al festejo de MAMA MIA se puso muy feliz y me apoyó. Me dijo que él me llevaría pero finalmente arreglé para ir con mi compañera de trabajo. Susana. Una gran mujer.
No éramos tantas ni tan pocas. Las justas. Muchas ya se conocían y reían sin parar. Otras miraban extasiadas las masas. Otras mostraban alguna cicatriz o comentaban qué tratamiento estaban haciendo y cómo la llevaban. De a poquito fui aflojándome y cuando tocó hacer una breve presentación de mí sólo me animé a decir: GRACIAS.
Me di cuenta que esas reuniones eran pasos que daba en este camino. Que desde la primera esperaba la otra. Que de una reunión a la otra fulana ya tenía pelo, que la otra había terminado el tratamiento, que mi Facebook estaba lleno de palabras de aliento, de apoyo, que podía caminar de la mano de muchas otras amigas. Que no estaba sola. Me sentí más fuerte. Mas cercana. Con ganas de arreglarme y pelear por la vida, por mis hijos y mi marido. Luego de esa reunión me animé a ir a mi trabajo a saludar a mis compañeros para que vieran que estaba viva. Que estaba bien y que iba a salir y volver a reintegrarme a trabajar antes de lo que ellos pensaban.
Me animé a aprender a maquillarme para quitar signos de cansancio, ojeras y sentirme mejor.
Y vos… ¿Conocés MAMA MIA? ¿Cuándo te vas a animar a acercarte? ¡DALE! VALE LA PENA! No estás sola. NUNCA lo olvides.

MAMA MIA; VIDA MIA.

                                                                                                      María Curiel