22 jun 2018

Como el cóndor...


Cuando me enteré que tenía cáncer, a los cuarenta y dos años, no lo podía creer pues no sentía ni veía nada diferente en mi cuerpo.
Muchas cosas cambiaron en mi vida desde entonces, perdí un pedazo de mi cuerpo y otro de mi vida, mi pareja, después de diecisiete años de matrimonio.
Cierto día decidí viajar al sur de Chile y subir al volcán Osorno,  mi intención era dejar en su cima toda la angustia que me oprimía. Quería volver a empezar. Miré al cielo y vi un cóndor que planeaba entre los picos nevados.
Al regresar, la vida me dio una sorpresa que no esperaba… En el Tala, cerquita de Montevideo, encontré al Sr. Amor. Cuando lo conocí, estaba por culminar mi quinto año de tratamiento, es decir se avecinaba el retorno a la vida normal.
Y siguieron las sorpresas…El día que me hice la mamografía de control, de nuevo la palabra cáncer resonó en mis oídos.
Esta vez no escalé una montaña real, mi amor y yo nos tomamos de la mano y juntos emprendimos el camino, esquivando las piedras, apoyándonos el uno en el otro.
Como aquel cóndor, hoy extiendo mis brazos y miro al mundo con otros ojos, agradecida por ser feliz, por haber tenido fuerzas para enfrentar la adversidad y por haber vuelto a sonreír.


                                                                                 Elizabeth

                                      

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