Yo no elegí ser mujer, solo tuve la suerte de serlo.Con sus ventajas y desventajas.Y aprendí con una serie de mujeres fantásticas: madre, abuelas, bisabuelas, tías y tías abuelas, hermana, amigas y ahora también con mi hija. Aprendí de sus aciertos y de sus errores -que me enseñaron a no repetir- y aprendí que las mujeres siempre tomamos las decisiones más importantes, y con la suficiente inteligencia como para hacer creer a los hombres que fueron de ellos.
Aprendí que es bueno ser imperfecta, que en la carrera buscando la perfección se pierde demasiada energía, y que cuando no se pueden cambiar algunos defectos lo mejor es considerarlos parte de nuestros encantos; así que la impuntualidad, explayarme al hablar, entrar de nuevo a la casa después de haber cerrado ¡con las dos llaves! para buscar los lentes de sol o verificar si cerré el pase del gas, el desorden de mis estantes en el placar y otras cuantas cosas son una parte hermosa de mi personalidad, que no pienso cambiar, y si a alguien no le gusta, recordarle que “viene con el paquete”.
Aprendí (y esto no me lo enseñó ninguna mujer) que si un hombre no nos trata como reinas, se merece que le dejemos el espacio a alguien que sí lo haga.
Aprendí que después de los 40 una de las decisiones más importantes que hay que tomar es, pasando una línea imaginaria a la altura del cuello, elegir estar bien de ahí para arriba, o de ahi para abajo, que en el punto en que se tiene igual o más rollos que tetas hay que ponerse a dieta de inmediato, y que si cuando pasas por una obra en construcción oís que te gritan “mantequita” o “jamón del medio” seguramente se están refiriendo a cosas que tenés que dejar de comer. Aprendí que la naturaleza tiene sus compensaciones, porque en la medida que la ley de gravedad va haciendo sus efectos en varias partes del cuerpo, y te aparecen canas y arrugas, también vas perdiendo vista, por lo que al mirarte al espejo puedes verte ¡espléndida!.
Aprendí que se puede decir te quiero a cualquier persona sintiéndolo realmente y sin correr el riesgo que piensen que estás tirando onda, que cuando se necesita un abrazo ni mil palabras podrian sustituirlo, aprendí que no hay que dejar nada por decir. A nadie. Que hay que cuidarse y mimarse, y que dejar que nos cuiden y nos mimen no es signo alguno de debilidad.
Aprendí que la vida y la muerte también son mujeres, y que tenemos que relacionarnos bien con ambas; una para para ser amigas y disfrutarla a pleno, y la otra, para tenerle respeto pero no miedo, y mantenerla a distancia.
Aprendí que desde mi lugar en el mundo puedo hacer algo para mejorarlo, y que todavía me falta tanto...
Patricia.
20-julio- 2011
20-julio- 2011
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