La tarde del viernes 25 de mayo fue especial. Como cada vez que visitamos las salas de oncología del Hospital Pereira Rossell regresamos a casa con la satisfacción y la alegría de haber brindado un algo más, de haber marcado en otras compañeras un momento diferente, que las saque de la realidad - muy cruel y en soledad en algunos casos- que están viviendo.
Como cada vez, nos enfrentamos al
principio a la resistencia natural de quien sufre y teme, y que
pareciera que se encierra en un dolor protector, como coraza. Y una
vez más, nos despedimos, después de un rato de anécdotas, de
sonrisas y risas, unas galletitas y café, con un fuerte abrazo que
-quién sabe- casi nadie les da; porque el cáncer no es contagioso,
en cambio la alegría y la sonrisa si, y junto con Eli logramos ese
contagio del bueno, y un poquito de esperanza, aunque sea sólo por
ese día.
Les llevamos unos gorritos de lana,
tejidos y obsequiados por la tan solidaria Kuka, algo de lectura, muy
breve y muy simple, y nuestras ganas de seguir adelante, o como me
gusta decir, de “ponerle onda” a lo que nos pase. Sentimos que
podemos, y sobre todo, seguimos caminando.
Algunas pacientes luciendo sus nuevos gorritos de lana. |
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